Durante los siglos XI y XII dos superpotencias se enfrentaron en una serie de batallas por el dominio de Tierra Santa y su más preciado tesoro, Jerusalén. El enfrentamiento entre cristianos y musulmanes determinaría el futuro de Oriente Medio. Para revitalizar a la Iglesia Católica el Papa Urbano II prometió la absolución de todo pecado y la salvación eterna a quienes tomasen las armas y fuesen a luchar por la conquista de Jerusalén. En el año 1095 los Cruzados tomaron la Ciudad Santa, pero los musulmanes se unieron para reconquistar sus tierras a los cristianos. En 1144 y 1189 dos nuevas Cruzadas trataron de imponerse a la supremacía musulmana, pero tras la reconquista musulmana de Jerusalén en 1187 y la renuncia de Ricardo Corazón de León a proseguir la batalla pusieron fin a dos siglos de enfrentamientos armados.
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